Varias veces he compadecido a la Primera Dama por los suegros que tiene. ¿Se imaginan esos fines de semana en su casa o el día de su santo? No sabría qué regalo comprar. ¡Qué miedo! Pero hoy, hablé con Don Isaac Humala y todo cambió. Me cayó muy bien y hasta me pareció divertido. Tal vez será porque no hablamos de su hijo Ollanta, ni de sus ideas etnocaceristas, no sé. O porque simplemente me encanta escuchar a la gente que piensa diferente.

Tiene razón, lo haré, pero cuénteme su experiencia de sacolargo, esa que empezó con su madre y abuela. Se interesó.
Yo me llevo bien con las personas de la tercera edad. Creo que los ancianos están en el ocaso de su vida y eso me da pena. Sus canas, su piel arrugada y sus ojeras, significan algo. Disculpen, me pongo sensible, pienso en mi abuelita. Lo cierto es que terminaos riendo y hasta me confesó que fue un niño muy llorón.